Los protagonistas María y Miguel
María y Miguel son dos amigos, los dos peluqueros y los dos son grandes artistas y apasionados de su profesión.
Aún recuerdan cuando se conocieron en al academia “Stylo Hair”, eran dos pipiolos recién salidos del colegio, realmente no sabían aun, que ésto de la peluquería iba a ser su futuro, bueno Miguel un poco más que María, a la que había llevado su madre a la academia porque, “si no quieres estudiar, algo tendrás que hacer, ¿o piensas quedarte todo el día en casa tumbada?!”
Ya han pasado diez años desde entonces y hoy se han encontrado, por casualidad, en un evento de peluquería que se celebraba en la ciudad, donde se verían las nuevas tendencias de temporada. Algo que les ha ayudado a crecer es, saber que la formación es imprescindible.
María,
es una joven con mucho “nervio”, siempre acelerada y poco centrada en un objetivo concreto.
Empezó en la academia por imposición materna, debido a que no quería continuar sus estudios y a su madre le pareció que, estudiar peluquería era algo al alcance de “sus capacidades”.
Ella iba de mala gana y más por miedo a las represalias que por que le gustara.
Recuerda con horror ese primer día, con la bata rosa tan fea que le dieron y el olor tan fuerte que despedía la academia.
Al principio era un aburrimiento, todo el día con esas cabezas de goma, poniendo rulos y bigudies, sin saber porque.
Y lo de que no había que estudiar, ¡mentira!.
Que si dibujo técnico y artístico, matemáticas, química, dermatología, atención al cliente, … vamos, una pesadilla … que luego agradeció.
Pero a medida que pasaban los días y gracias a la pasión de su profesora, todo cambió y María empezó a disfrutar y a soñar.
Tras los dos años en la academia, María encontró trabajo de ayudante en una peluquería de su barrio, no era muy ambiciosa y era cómodo.
Estaba cerca de su casa y el horario soportable. Lo que peor llevaba era trabajar los sábados, pero como decía su madre “nada es perfecto hija”.
Allí pasó los tres primeros años, el público era sobre todo gente mayor, mucha permanente, mucho rulo y cardado.
Hombres pocos y normalmente también mayores.
Entonces pasó lo que tenía que pasar, cada vez venían menos clientes, o bien fallecían o bien por su edad dejaban de venir y la dueña, una persona mayor, decidió que no quería trabajar más y se jubiló.
Les ofreció a ella y a su compañera quedarse con el negocio, pero decidieron que no tenían alma empresarial y se fueron a buscar trabajo.
Coincidió que era una época en auge y que sobraba el trabajo, por ello encontró trabajo rápido.
Era una franquicia de estas modernas, ¡qué cambio! gente de su edad, música de la que a ella le gustaba y muy buen rollo entre el Equipo y los clientes.
El sueldo tampoco era para tirar cohetes (y para llegar a algo decente, tenía que echarle muuuchas horas) y además tenía que trabajar dos domingos al mes, junto con todos los sábados.
Pero estar en un lugar tan dinámico le puso las pilas, también en ésta empresa le gustó que se apostara por la formación y todos los meses tenían dos días que pasaban en la central, donde aprendían técnicas nuevas y confraternizaban con los Equipos de otros salones de la franquicia.
De vez en cuando hacían galas y las llevaban de ayudantes, soñando que algún día estaría ella en el escenario, por supuesto en éstos casos no cobraba, pero era joven y le gustaba.
Aquí estuvo cinco años, saltando de salón en salón de la franquicia y creciendo como profesional y si, al final salió al escenario ;-)
Pero llegó un momento que no podía mejorar mas, se estancó, era muy buena oficial, sacaba muchísimo trabajo, estaba muy bien considerada y cobraba aceptablemente para “como estaban las cosas”.
Entonces una amiga le habló que había un web donde podía poner su curriculum vitae y donde había salones certificados que buscaban miembros para sus equipos.
Le avisó que la llamarían del web, en caso de cumplir el perfil, para hacer una prueba (pues en ésta pagina certificaban a los candidatos) y conociéndola sabía que ella la iba a pasar con nota.
Así lo hizo y la llamaron…
Pasó todas las pruebas y como le dijeron más tarde estaba en el “Top 100”.
Pronto se pusieron en contacto con ella y al cabo de unos meses empezó a trabajar de directora de salón en uno de los mejores salones de su ciudad.
Era maravilloso, con un entorno de ensueño, un Equipo motivado y formado y una clientela de alto standing.
El dueño les invitaba a todas las galas y formaciones que se hacían, incluso algunas fuera de la ciudad, donde también pagaba el viaje y la estancia.
La única condición, compartir la formación con los compañeros y subir información de las tendencias a la web y a las redes sociales del salón, para que sus clientes o futuros clientes vieran que siempre estaban a la última.
Y hoy tocaba una gran gala, ofrecida por un club de peluqueros, para mostrar las últimas tendencias de temporada, estaba encantada, con su Equipo al completo y con una noche por delante que prometía ser memorable.
Miguel,
un chico alto y bien parecido al que siempre le fascinó la belleza, vivió la peluquería desde muy joven, su padre, peluquero, se encargó de ello.
Ya desde pequeño ayudaba en el salón, cuando salía del colegio iba allí y tras terminar sus deberes se ponía a ver, a barrer los pelos, colocar los tocadores o limpiar los rulos.
Para él era como estar en el paraíso, además, a la peluquería de su padre iban muchas mujeres famosas y de porte espectacular, que hacían volar su imaginación sobre los peinados y maquillajes que les haría.
El día que comenzó en la academia fu increíble, por fin se empezaría a formar en su pasión.
A todo ésto ayudó tener de profesora a una maravillosa mujer, a la que le apasionaba enseñar y la belleza.
Miguel era algo mayor que los demás, su padre se había empeñado en que debía terminar el bachillerato antes de empezar en la academia y por ello sacaba de tres a cuatro años al resto de su curso, pero como era muy extrovertido no afectó mucho.
Fueron dos años maravillosos e hizo especial amistad un una chica llamada María, que a diferencia de él, que era calmado y reflexivo, ella era una polvorilla alocada.
Cuando acabó la academia, su padre tiró de contactos y le envió a Londres, a una de las mejores academias del mundo para que continuara su formación, fue un regalo que no se podía creer, se codearía con los mejores peluqueros del momento.
En aquella época la tecnología no era como ahora y por ello perdió el contacto con María.
En Londres pasó seis maravillosos años, los tres primeros en la academia y luego como parte del equipo docente y artístico de la firma.
De ahí y gracias a un Headhunter (cazador de talentos) de peluquería que le contactó, dio el salto y se fue a EEUU, donde durante dos años dirigió un salón en San Francisco.
Después de todo este tiempo, la distancia hizo mella y decidió volver a España.
Empezando a trabajar en el salón de su padre, donde ahora estaba y se encontraba un poco perdido, al no tener la misma visión que él sobre el negocio.
Por ello empezó a colaborar con un club de peluqueros, con los que hacía galas y formaciones, cuando el agotador trabajo en el salón se lo permitía, normalmente quitando fines de semana, vacaciones y horas de sueño.
Y allí estaba hoy, en su ciudad, en una gala que llevaban preparando varios meses y donde presentaban las nuevas tendencias de temporada.
Su sorpresa fue mayúscula cuando al salir fuera del Backstage, para buscar a un compañero, se encontró de frente con María…